Lecturas de hoy. Jueves 29 de febrero de 2024

Cualquier don recibido es una llamada a ponerlo al servicio de los demás. Dios cuenta con nosotros para salir al encuentro de las necesidades del prójimo con lo que somos y con lo que tenemos

Concatedral de Santa María de La Redonda (Logroño)
Concatedral de Santa María de La Redonda (Logroño)
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Versículo antes del Evangelio
  4. Evangelio
  5. Comentario

Lecturas del Jueves de la 2ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (17,5-10):

Esto dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto.
Nada hay más falso y enfermo
que el corazón: ¿quién lo conoce?
Yo, el Señor, examino el corazón,
sondeo el corazón de los hombres
para pagar a cada cual su conducta
según el fruto de sus acciones».

Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 1,1-2.3.4.6

R/.
 Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor

V/. Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. 

R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor

V/. Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. 

R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor


V/. No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.

R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor

Versículo antes del Evangelio

Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia.

 

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor

Comentario

Todo en esta parábola es una invitación a la conversión. No falta ningún elemento: una persona agraciada y una necesitada; una derrochadora y que parece pensar solo en sí misma, y una que mendiga a su puerta. Muerte y juicio: el tiempo del que aquí disponemos es tiempo para pensar unos en otros. Lo que aquí arraigue en nuestro corazón será con lo que llamemos a las puertas del Reino celestial. Por eso, hemos de demostrar ahora, con nuestra vida, mientras tenemos tiempo, a qué aspiramos: qué es lo que verdaderamente nos importa. ¿Cómo vivimos y para quién vivimos? ¿Quién sabe de cuánto tiempo dispone todavía?

El texto tiene mucha fuerza. Pero esta es aún mayor si tenemos en cuenta lo que en él nos remite al Antiguo Testamento. Abrahán es clave de interpretación: él es el padre en la fe del pueblo de Israel; a él y a los que crean como él se les han prometido las bendiciones; él corresponde con generosidad a la llamada divina y, teniendo muchos bienes, ha quedado como modelo de hospitalario: No olvidéis la hospitalidad, gracias a la cual algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles (Hb 13,2). En Abraham vemos lo que es una fe que ha penetrado y ha llegado al fondo del corazón: una fe viva y que da fruto. Una fe que obra por la caridad.

El rico de la parábola, hombre sin nombre, aunque pudiente, se cree hijo de Abrahán y por tanto heredero de las bendiciones. Pero la muerte, que es un juicio sobre la vida, le revela qué es lo que Dios mira cuando juzga a los hombres: la sinceridad de los corazones. La parábola nos dice que una fe sin obras es una fe muerta. El rico no era un buen judío: no había escuchado a Moisés. Pero, por otro lado, tampoco son las meras obras las que salvan. De Lázaro, que sí tiene nombre, no se narran obras. Los Padres de la Iglesia dicen que lo que se premia es su aceptación paciente no solo de los males sino del desprecio sufrido. Para nosotros, el mensaje es claro: ver cómo poder hospedar al prójimo en nuestros corazones poniendo a su servicio los dones, materiales y espirituales, que tengamos en cada momento.

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