Lecturas de hoy. Lunes 12 de febrero de 2024

“¿Por qué esta generación pide una señal?”. El testimonio de nuestra vida cristiana corriente puede ser la mejor señal para esta generación

Lecturas del día de hoy
Lecturas del día de hoy
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Aleluya
  4. Evangelio
  5. Comentario

Primera lectura

Comienzo de la carta del apóstol Santiago (1,1-11):

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus dispersas. Hermanos míos, teneos por muy dichosos cuando os veáis asediados por toda clase de pruebas. Sabed que, al ponerse a prueba vuestra fe, os dará constancia. Y si la constancia llega hasta el final, seréis perfectos e íntegros, sin falta alguna. En caso de que alguno de vosotros se vea falto de sabiduría, que se la pida a Dios. Dios da generosamente y sin echar en cara, y él se la dará. Pero tiene que pedir con fe, sin titubear lo más mínimo, porque quien titubea se parece al oleaje del mar sacudido y agitado por el viento. Un individuo así no se piense que va a recibir nada del Señor; no sabe lo que quiere y no sigue rumbo fijo. El hermano de condición humilde esté orgulloso de su alta dignidad, y el rico, de su pobre condición, pues pasará como la flor del campo: sale el sol y con su ardor seca la hierba, cae la flor, y su bello aspecto perece; así se marchitará también el rico en sus empresas.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 118,67.68.71.72.75.76

R/.
 Cuando me alcance tu compasión, viviré, Señor

Antes de sufrir, yo andaba extraviado,
pero ahora me ajusto a tu promesa. 

R/. Cuando me alcance tu compasión, viviré, Señor

Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus leyes. 

R/. Cuando me alcance tu compasión, viviré, Señor

Me estuvo bien el sufrir,
así aprendí tus mandamientos. 

R/. Cuando me alcance tu compasión, viviré, Señor

Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. 

R/. Cuando me alcance tu compasión, viviré, Señor

Reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos,
que con razón me hiciste sufrir. 

R/. Cuando me alcance tu compasión, viviré, Señor

Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo. 

R/. Cuando me alcance tu compasión, viviré, Señor

 

Aleluya

Aleluya

Yo soy el camino y la verdad y la vida --dice el Señor---; nadie va al Padre sino por mi.

Aleluya

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,11-13):

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación.»
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Palabra del Señor

Comentario

El sábado pasado gozábamos al contemplar a Jesús compadecido de la muchedumbre hambrienta. Con unos pocos panes, les da de comer hasta que todos quedan saciados: una prodigiosa señal del cielo. Pero hoy nos quedamos contrariados: después del gran milagro, los fariseos se enfrentan a Jesús y le piden otro milagro. Y Jesús se estremece: ¿es posible tanta dureza de corazón? ¿Por qué piden una señal? La respuesta es un no rotundo. No habrá señal.

Algo parecido ocurre con la técnica del sonido: a veces un receptor dice: “no hay señal”, porque hay un fallo de conexión con el emisor. Aquí no hay conexión entre Jesús y los que van en busca de Él con mala intención: no para escuchar su palabra sino para contradecirla. Y como no consiguen vencerlo verbalmente, le piden que demuestre su verdad con un signo del cielo. Creen en los milagros, pero no en la palabra de quien hace esos milagros. En definitiva, no creen en Jesús. Es más, lo rechazan. Le dan la espalda con su actitud, y Jesús no puede hacer otra cosa que darles también la espalda retomando su travesía en barca. No es la primera vez que vemos a Jesús “entristecido por la ceguera de los corazones” (Marcos 3,5).

¿Qué señal puede servir para unos corazones endurecidos? Ninguna. Más bien, la señal es no darles ninguna señal. Debió de ser muy doloroso para Jesús tener que dejarlos sin poder practicar con ellos la misericordia. Quizá era la única salida para ellos, para su posible conversión. Como nos enseña San Josemaría, “Jesús jamás se muestra lejano o altanero, aunque en sus años de predicación le veremos a veces disgustado, porque le duele la maldad humana. Pero, si nos fijamos un poco, advertiremos en seguida que su enfado y su ira nacen del amor: son una invitación más para sacarnos de la infidelidad y del pecado”

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