Lecturas de hoy. Miércoles 1 de Mayo de 2024

La grandeza de lo que vemos depende de la grandeza o de la pequeñez de nuestra mirada. El corazón grande acoge como grande hasta lo más pequeño, porque en todo ello ve un don, un regalo

Concatedral de San Pedro de Soria
Concatedral de San Pedro de Soria
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Lecturas y Evangelio de San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2,1-10):

Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.


Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 118,99-100.101-102.103-104

R/. Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero

Soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.
Soy más sagaz que los ancianos,
porque cumplo tus leyes. 

R/. Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero

 

Aparto mi pie de toda senda mala,
para guardar tu palabra;
no me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido. 

R/. Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero

¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
Considero tus decretos,
y odio el camino de la mentira. 

R/. Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor

Comentario

En su brevedad, el pasaje escogido como evangelio para la celebración de San José Obrero dice mucho. Las palabras de Mateo recogen la sorpresa de los paisanos de Jesús que, aunque ven y admiten lo extraordinario de su sabiduría y sus poderes, se comportan de una forma sorprendente: se escandalizan y lo rechazan. Sus palabras podrían traducirse así: “pero, ¿quién se ha creído este que es?”, “¿en razón de qué hace estas cosas, siendo, como es, uno de nosotros?”. El pasaje menciona a José, y se refiere indirectamente a él como “el artesano”, esto es, como alguien que ejerce una profesión que, en sí, no tiene nada de extraordinario. “¿Cómo es posible”, estarían pensado algunos, “que su hijo aspire a ser lo que ahora muestra ser?”.

Nos podemos fijar en un aspecto previo al rechazo de aquellas personas a Jesús. La situación no nos resulta extraña, porque se reproduce con frecuencia en el día a día. No en vano, nuestro Señor la explica con un dicho popular: “No hay profeta que no sea menospreciado en su tierra y en su casa”. Es como si en nuestros corazones hubiese sembrada una semilla de la que difícilmente podemos escapar, una ceguera que nos impide ver, quizá por envidia, lo grande que hay en las personas que nos rodean; es más, lo extraordinario que hay en lo que nos parece ordinario. Y, también, un mal orgullo: el de pensar que conocemos bien a los que nos rodean, valorándolos solo por lo externo o por lo que nos parece ver en ellos.

Hay una gran dificultad en el “amor cercano”. Es muy fácil pensar que lo que se repite mucho es algo “normal”, que no tiene nada extraordinario detrás. Es fácil acostumbrarse a cualquier cosa que se repite y verla con mirada pequeña. La lejanía y lo poco frecuente se presentan a menudo como aval de la grandeza: consideramos grande a lo lejano, a lo que no conocemos bien, a lo que se nos presenta como extraordinario o que ocurre pocas veces. Pero grande es lo más ordinario: el aire que respiramos, los buenos días de quien vive con nosotros, el trabajo de cada día hecho por amor. Y esa grandeza solo la puede percibir el corazón grande, el que está dispuesto a acoger como “milagro de amor” hasta lo más pequeño que se le ofrece; milagro que todos podemos hacer y que no depende de la “grandeza” de lo que realicemos sino del amor que pongamos en nuestras obras.

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